¿Quién no conoce GUATAVITA?Eh ahí la pregunta, esa población tan cercana a Bogotá, que apenas con 57 años emerge de las aguas del embalse de tominé que un día la vio desaparecer, pero que hoy en el extremo de la sierra como el origen de su nombre, se levanta fría, con sus casas blancas de teja de barro y portones de madera caoba, con sus plazas en piedra, jardines, arcos y escalinatas como sus más representativas características que reflejan una arquitectura clásica enmarcada por la montaña y el embalse.Su pasado nos evoca al origen de la leyenda del dorado con su sagrado ritual en la laguna de su nombre, en cuyas aguas el cacique se ungía el oro, el precioso metal, ansiado y buscado por extranjeros y origen de leyendas y fantasías de los conquistadores coloniales.Su extraordinaria belleza de hoy es el deleite del turista quien se complace con su recorrido a pie y es objeto de admiración de su paisaje de particular diseño arquitectónico, sus artesanías, museos, y deportes náuticos sin olvidar la obligada visita al santuario de la laguna.Esta es solo una pincelada de Guatavita que en sus 57 años se perfila como un municipio acogedor, turístico, encantador y enigmático que guarda el recuerdo de sus antiguos pobladores y se proyecta con orgullo como un pueblo digno de ser conocido. Por: Carlos Fernando Mancera Mancera

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