Apenas acababan los años 80’s, y como si fuera ayer se contemplaba día tras día y a la misma hora, la escena que a los padres y abuelos les sacaba al menos una sonrisa o una conversación. Un ejército de niños como marchando, sobre el andén y siempre detrás de el,bromeando unos con otros, una bulla pasajera por las calles de Cajicá, cada uno con una pequeña tula de colores y unos guayos colgando sobre los hombros, siguiendo a un hombre joven siempre delgado, de pelo blanco como si los años solo le hubiesen afectado su cabellera y de igual forma cargando una tula repleta de balones de fútbol y en la otra mano otra bolsa con conos, cuerdas e implementos de entrenamiento.

Es inusual recordar las primeras palabras de alguien que apenas se conoce, y tampoco se cae en cuenta de ellas a través de los años. Hoy las recuerdo cómo si fuera ayer.“Vamos a Jugar Fútbol Amigo?”largando una sonrisa que cubría su bigote blanco como si fuera un personaje navideño, era como conversar por primera vez con el amigo más viejo de un niño, palabras como reclutando sueños, como salvándonos la infancia, invitándome a formar parte de su sueño. Allá, en cualquier lugar, en cualquier espacio, empezábamos mis amigos y yo a jugar fútbol y a ser protagonistas del sueño del profesor Nicacio González.

Por su oficio y por lo que fue, estoy seguro siempre anduvo en paz.

“Un profesor trabaja para la eternidad, pues nunca se sabe hasta donde llagará su influencia”. Henry Brooks Adams. L.C.M.N Grupo Summa Cia s.a.s El Sabanario

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